sábado, 25 de octubre de 2008

Escritura y Sujeto en Demian de Hermann Hesse

Indiscutiblemente, al enfrentarnos a la lectura de un texto, cualquiera sea su naturaleza, nos encontramos ante una gran gama de posibilidades de interpretación, las que sin duda condicionan la recepción que tengamos de dicho texto. En este caso, y frente al importante número de alternativas de análisis que nos ofrece Demian de Hermann Hesse, hemos decidido abocarnos al estudio de la Escritura y del Sujeto, planteando para ello la tesis de que Emil Sinclair, personaje principal de la obra, está en un constante proceso de devenir, relacionado con la búsqueda de su identidad dentro de un mundo dual.
Uno de los principales argumentos que nos impulsaron a plantear esta tesis, es la evidente transformación que sufre Emil Sinclair a lo largo de la obra. Desde su infancia, él sabe que fuera del mundo de la luz, el cual está constituido por sus padres y sus hermanas, existe otro mundo, en donde se desenvuelve todo aquello que considera ajeno: la maldad, la mentira, el pecado, etc. En determinado momento se produce un quiebre en su vida, lo que provoca que casi sin darse cuenta salga del seguro mundo en el que se encontraba, y se sitúe dentro de aquella dimensión funesta donde se siente constantemente amenazado y vulnerable al castigo divino:
“Llevaba en las botas barro que no podía limpiar en el felpudo, y traía conmigo sombras de las que el mundo del hogar nada sabía. Cuantos secretos y temores había yo tenido, habían sido un juego y una broma comparado con lo que traía hoy a estas habitaciones. El destino me perseguía; hacia mí se tendían unas manos de las que mi madre no podía protegerme y de las que nada debía saber. Que mi delito fuera hurto o mentira -¿no había jurado por Dios y mi salvación?- importaba poco. Mi pecado no era esto o aquello; mi pecado era haber dado la mano al diablo. ¿Por qué había ido con ellos? ¿Por qué había obedecido a Kromer en vez de a mi padre? ¿Por qué había inventado la historia del robo? ¿Por qué me había vanagloriado de un delito como si se tratara de una hazaña? Ahora el diablo me tenía agarrado por la mano; ahora el enemigo me perseguía.” (Hesse, 1970, p 24)

El párrafo anteriormente citado, nos muestra el recurrente cuestionamiento que hace el pequeño Emil sobre su situación. Es importante destacar que resulta bastante sorprendente que el personaje, teniendo aproximadamente diez años, posea tal grado de complejidad en sus pensamientos. Esto revela que Sinclair era un niño de características singulares, no comunes para su edad, lo que ya actúa como antecedente para el curso que tomará su vida, una vida llena de cuestionamientos e interrogantes.


LA BÚSQUEDA DE SENTIDO

Como hemos señalado anteriormente, el joven Sinclair nos muestra una evidente transformación a medida que se desarrolla el acontecer de la obra. Creemos que este cambio se sustenta en las bases de una búsqueda de identidad por parte del personaje, lo cual le lleva a realizar diversas acciones que lo llevan por caminos inimaginables.
Con los años, Emil Sinclair manifiesta interés por ciertas actividades que le permiten desenvolverse dentro de diferentes ambientes, como por ejemplo, la música, la literatura, el mundo bohemio, etc.:
“Me puse a hacer un nuevo dibujo del ave heráldica. No recordaba muy bien su verdadero aspecto; sabía que muchos detalles ya no se reconocían, porque el escudo era viejo y había sido pintado varias veces. El pájaro estaba posado sobre algo: una flor, un cesto, un nido o una copa de árbol. No me importaba demasiado y comencé a pintar lo que recordaba claramente. Por un impulso indeterminado comencé en seguida con colores fuertes. La cabeza era en mi dibujo amarilla. Fui pintando según el humor que tuviera y acabé al cabo de unos días.
Resultó un ave de rapiña con una afilada y audaz cabeza de gavilán, con medio cuerpo dentro de una bola del mundo oscura, de la que surgía como de un huevo gigantesco, sobre un fondo azul. Mientras más miraba mi obra, más me parecía que era el escudo coloreado que había visto en mi sueño.” (Hesse, 1970, p)


“En mis paseos por la ciudad había oído una o dos veces música de órgano en una pequeña iglesia de las afueras, pero nunca me había detenido a escucharla. Al volver a pasar por allí, me paré a oír aquella música y reconocí que era de Bach. Me acerqué a la puerta, que encontré cerrada; y como la calleja estaba casi desierta, me senté en un poyo junto a la iglesia, me subí el cuello del abrigo y me puse a escuchar. El órgano no era grande pero sonaba bien y alguien tocaba de una manera muy especial, con una expresión muy personal de voluntad e insistencia que sonaba como una oración. Tuve la sensación de que quien tocaba sabía que la música guardaba un tesoro y se esforzaba, afanaba y preocupaba por él como si se tratara de su propia vida. Técnicamente no entiendo mucho de música; pero desde muy niño he comprendido instintivamente esta expresión del alma y he sentido siempre la música como la cosa más natural en mí.” (Hesse, 1970, p)


Sin duda, son muchas las situaciones nuevas que el protagonista vive en el camino de su vida. Mas todos estos cambios no son gratuitos, su existencia da un giro en el momento en que conoce a Max Demian, alumno nuevo que llega a su colegio y que se constituía en todo un personaje misterioso, al que se le atribuían una serie de poderes casi sobrenaturales.
Si bien Demian se constituye en eje principal del curso que toma la vida de nuestro protagonista, debemos tener en cuenta que ya Sinclair tenía parte del camino recorrido hacia su devenir en otro desde el momento en que se halla vulnerable frente al mundo oscuro que creía ajeno, y que hace tambalear las bases de su formación familiar.
Otro de los pilares que constituyen la búsqueda de indentidad de Emil es el cuestionamiento religioso-filosófico que surge a partir del descubrimiento de la doctrina de Abraxas , la cual tiene como dios a un ser que cumple la función simbólica de unir lo divino y lo demoníaco. Otra vez no encontramos frente a esta realidad: Emil Sinclair ante dos caminos, ante dos mundos, como en un inicio de la obra; y posteriormente tendrá que enfrentarse otro importante número de veces ante la complejidad de saberse en un mundo dual.
Se ha señalado en ciertos estudios que se centran en la obra de Hesse, que el autor alemán se vio fuertemente influenciado por los planteamientos del psiquiatra suizo Carl Jung, y que dicha influencia se manifiesta con mayor intensidad en Demian.
Dentro de los postulados de Jung, se desarrolla la idea de Arquetipos, los cuales serían los contenidos del inconsciente colectivo, el que a su vez es una de las partes que constituyen la psique según su teoría. Uno de los arquetipos nombrados es el de Persona:

“La persona representa nuestra imagen pública. La palabra, obviamente, está relacionada con el término persona y personalidad y proviene del latín que significa máscara. Por tanto, la persona es la máscara que nos ponemos antes de salir al mundo externo. Aunque se inicia siendo un arquetipo, con el tiempo vamos asumiéndola, llegando a ser la parte de nosotros más distantes del inconsciente colectivo.
En su mejor presentación, constituye la “buena impresión” que todos queremos brindar al satisfacer los roles que la sociedad nos exige. Pero, en su peor cara, puede confundirse incluso por nosotros mismos, de nuestra propia naturaleza. Algunas veces llegamos a creer que realmente somos lo que pretendemos ser.” (Boeree, 1998)


Vemos que Emil Sinclair intenta romper esta concepción de persona como máscara, en la medida en que comprende que la identidad asignada por el poder no es la que quiere para su vida. Valora todo lo bueno que le fue entregado (la educación de sus padres, la experiencias de vida, etc.), pero la necesidad de encontrar su identidad es irrefrenable. Sin embargo, mirándolo desde cierto punto, Emil no logra desligarse completamente de las marcas de poder impuestas por la sociedad, de ahí su constante conflicto interno, y de ahí también que, casi al final de la obra se nos cuente que Sinclair acude como soldado a la guerra sin oponer resistencia, teniendo en cuenta que las fuerzas militares representan disciplina y poder sobre la corporalidad. No obstante, podemos comprender este acontecimiento como sentimiento de aceptación de un destino colectivo que debía enfrentarse.

Abocándonos ahora en específico a la vida de Carl Jung y no a su teoría (aunque lógicamente entre una y otra existe estrecha relación), debemos señalar que en un momento de su vida tuvo un sueño que lo marcó: vio la ciudad inundada y destruida, y a personas muriendo ahogadas en agua que se volvía sangre. Este sueño podría no tener mayor importancia, si no consideráramos el nivel de turbación que produjo en el pensador, y más aún, si no otorgáramos importancia al hecho de que Jung tuvo esta horrible pesadilla meses antes de que estallara la Primera Guerra Mundial. Este acontecimiento fue sucedido por una serie de hechos similares que llevaron al psiquiatra suizo a desarrollar la pintura, el dibujo y la escultura. Es en este punto en donde hallamos una analogía con Demian: Emil, por una parte, es marcado por el particular sueño que ha tenido, en donde ve a Demian sosteniendo un escudo que muestra un ave emergiendo de un mundo oscuro, como si fuera un huevo. Esta imagen tendrá posteriormente una serie de implicancias en su vida, y le llevará a comprender la existencia de Abraxas por medio de su amigo Pistorius. Además, cabe señalar que Emil sueña con Frau Eva antes de haberla conocido.
Por otra parte, se hace evidente la semejanza entre la experiencia de Jung y la capacidad que posee Max Demian de tener sueños premonitorios y visiones que le permiten prepararse para lo que vendrá.


EL ENFRENTAMIENTO A UN MUNDO DUAL

George Boeree (1998) nos dice respecto a Ánima y Ánimus, otro de los Arquetipos de Jung, lo siguiente:
“El ánima es el aspecto femenino presente en el inconsciente colectivo de los hombres y el ánimus es el aspecto masculino presente en el inconsciente colectivo de la mujer. Unidos se les conoce como syzygy. El anima puede estar representada (personificada) como una joven chica, muy espontánea e intuitiva, o como una bruja, o como la madre tierra. Usualmente se asocia con una emocionalidad profunda y con la fuerza de la vida misma. El animus puede personificarse como un viejo sabio, un guerrero, o usualmente como un grupo de hombres, y tiende a ser lógico, muchas veces racionalista e incluso argumentativo.
El ánima y el ánimus son los arquetipos a través de los cuales nos comunicamos con el inconsciente colectivo en general y es importante llegar a contactar con él. Es también el arquetipo responsable de nuestra vida amorosa: como sugiere un mito griego, estamos siempre buscando nuestra otra mitad; esa otra mitad que los Dioses nos quitaron, en los miembros del sexo opuesto. Cuando nos enamoramos a primera vista, nos hemos topado con algo que ha llenado nuestro arquetipo ánima o ánimus particularmente bien.”


Lo anteriormente mencionado se articula muy bien con las relaciones que establece Emil Sinclair con Demian y con Frau Eva. En primer lugar, nos encontramos con un Max Demian que cuenta con una sensibilidad femenina muy desarrollada, y en segundo lugar, su madre, Frau Eva, cuenta con características que la configuran como una mujer de rasgos masculinos, que se conjugan con su imagen delicada y a veces dulce.
En una primera instancia, la relación entre Max, su madre y Emil puede resultarle confusa al lector, y presentarse con ribetes de ambigüedad que incluso le pueden hacer pensar en un sentimiento homosexual entre Sinclair y Demian, o en una confusión de sus intereses amorosos por parte de Emil al sentirse atraído por una mujer de rasgos masculinos. Sin descartar la viabilidad de estas lecturas, creemos que esta primera impresión se debe a la no-profundización de la temática de la dualidad en el texto. Una vez que se ha percibido lo que significa que el acontecer esté inserto en un mundo claramente binario, se entiende que la interioridad misma de los personajes cuenta con dos caras, y esto lejos de ser negativo, se vuelve enriquecedor y armoniza con la intención de transmitir la idea de que nada es enteramente bueno y nada es enteramente malo, porque todo en el mundo tiene una cara positiva y una negativa.
Creemos relevante en este punto detenernos en Frau Eva, por la intensidad del sentimiento que Emil profesa por ella, y por lo que ella como persona implica. Uno de los arquetipos de Jung, al Arquetipo materno, se ajusta al rol que cumple esta enigmática mujer en la vida de nuestro protagonista. Este postulado realza la importancia que tiene en la vida de todo ser la figura materna. De este modo, Jung simboliza este arquetipo con la madre primordial o “madre tierra” de la mitología; con Eva y María en las tradiciones occidentales y con otros símbolos menos personalizados como la iglesia, la nación, un bosque o el océano. A raíz de esto, pensamos que no es gratuito el hecho de que esta mujer tan importante para Sinclair se llame Frau Eva. Ella remite a los orígenes, es a la vez madre y mujer amada para el joven, es la conjugación de todos sus deseos y todos su temores, porque dentro de ella habita la divinidad y lo demoníaco, al igual que en Abraxas. Toda la vida de Emil Sinclair se carga de esta dualidad, y él tiene la clave para comprender, gracias a Demian, que no puede ser de otra manera, y que si alguna vez lo ha sido, sólo fue consecuencia de la visión sesgada que suele tener el ser humano de las cosas, fue pura ilusión.


CONCLUSIÓN

Los planteamientos expuestos y desarrollados en las páginas anteriores no tienen otro propósito que confirmar el proceso de devenir que vive el protagonista de la obra analizada. Si bien no nos es posible determinar en qué deviene Emil, o clasificarlo en una nueva categoría, sabemos que se vuelve un Otro, en la medida en que ya no es el mismo que era en su infancia y primera juventud, y además, se constituye en alteridad pues transgrede los principios fundamentales de la época en cuanto a religión, filosofía e incluso sentimientos. Si bien es cierto, siempre en las sociedades occidentales ha existido conciencia de la existencia de binarismos en todo orden de cosas, tradicionalmente se ha pensado que sus componentes están muy separados, que el bien dista mucho de el mal, que no puede haber noche habiendo día, que se es hombre o se es mujer, sin términos medios. De este modo pensaba también Emil cuando era niño. ¿Será que, una de las lecturas posibles permite pensar que el Sinclair niño representa a la sociedad actual, la que aún no ha alcanzado la madurez necesaria para comprender la complejidad de los fenómenos duales que siempre han existido y siempre existirán mientras exista vida?
Sin duda, en nuestros tiempos la lectura de esta novela genera un ejercicio de pensamiento importantísimo, a pesar de haber sido escrita hace casi 90 años y reflejar una realidad histórica y temporal distinta. En muchos sentidos, Demian es una novela libre de las ataduras del tiempo, porque nos presenta problemáticas que se pueden dar en diferentes períodos de la historia del hombre; el ser humano nunca dejará –esperamos que no lo haga- de plantearse preguntas y de intentar encontrar un sentido.
Es importante destacar, al concluir, que la mayoría de las interpretaciones de las que ha sido objeto la novela, sitúan a Demian y a Emil como “un solo ser”, una misma existencia representada por un hombre superior, casi irreal, y por otro hombre, situado en la vida real, con las ventajas y desventajas de todo ser humano. Uno de los fragmentos en que se representa claramente esta relación, es en el final de la obra, en donde Demian dice a Emil que aunque no esté físicamente con él, sólo debe mirar dentro de sí para sentirlo cerca cuando lo necesite. El dualismo está presente en Demian y Emil mismos, ellos son uno solo; a partir de esta verdad todo se ve y se comprende diferente, la vida se configura de otra manera, y la visión de ésta sin duda se amplía.

“- ¡Pequeño Sinclair, escucha! Voy a tener que marcharme. Quizá vuelvas a necesitarme un día, contra Kromer o contra otro. Si me llamas, ya no acudiré tan toscamente a caballo o en tren. Tendrás que escuchar en tu interior y notarás que estoy dentro de ti, ¿comprendes? ¡Otra cosa! Frau Eva me dijo que si alguna vez te iba mal, te diera el beso que ella me dio para ti... ¡Cierra los ojos, Sinclair!
Cerré obediente los ojos y sentí un beso leve sobre mis labios, en los que seguía teniendo un poco de sangre, que parecía no querer desaparecer nunca. Entonces me dormí.
Por la mañana me despertaron para curarme. Cuando estuve despierto del todo, me volví rápidamente hacia el colchón vecino. Sobre él yacía un hombre extraño al que nunca había visto.
La cura fue muy dolorosa. Todo lo que me sucedió desde aquel día fue doloroso. Pero, a veces, cuando encuentro la clave y desciendo a mi interior, donde descansan, en un oscuro espejo, las imágenes del destino, no tengo más que inclinarme sobre el negro espejo para ver mi propia imagen, que ahora se asemeja totalmente a él, mi amigo y guía.” (Hesse, 1970, p)

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